Desde hace unos años la responsabilidad social corporativa se convirtió en un elemento diferenciador para las marcas. Hoy cada día más empresas buscan integrarla en sus operaciones y su comunicación; el crecimiento de esta tendencia ha dado como resultado la evolución de este sistema de gestión, la adopción de un propósito por parte de las empresas y el nacimiento de marcas más humanas. Desafortunadamente, la comprensión de la responsabilidad social no ha evolucionado de la misma forma y aunque muchas empresas desean ponerla en marcha, casi ninguna parece entenderla a profundidad.
Este desconocimiento ha llevado a la responsabilidad social a ser confundida con términos que, aunque están muy relacionados con ella –por ejemplo, la donación o el asistencialismo– no llegan a ser sinónimos, y mucho menos a sustituirla. Miles de empresas creen que están haciendo RSE, pero ¿cuántas de ellas lo están haciendo bien?
Es un hecho que la Generación X y los Millennials son personas que cada vez cuestionan más a las empresas e instituciones; naturalmente tienen una actitud escéptica, que afecta la forma en la que perciben las donaciones, la ayuda y el impacto social empresarial. También, son seres humanos orientados a la acción, de mentes cívicas y dispuestos a experimentar con nuevos modelos para hacer cambios. En general, los jóvenes que están más involucrados en el mundo del impacto social y que están buscando formas de resolver las problemáticas más relevantes de la sociedad de manera eficiente, no pueden evitar sentir que los métodos tradicionales no han sido abordados adecuadamente.
Para ellos, dar no es el final de la historia; no es suficiente. Ellos desean poder ver el impacto que su ayuda o donaciones están teniendo en el mundo; quieren resultados medibles y transparencia para poder evaluar el éxito de sus acciones y hacerse responsables de lograr que ese éxito se prolongue al largo plazo y no caiga únicamente en una “cura inmediata”.
Amy Webb, analista de tendencias digitales y fundadora del Future Today Institute, propone que lo anterior es producto de los avances tecnológicos de la actualidad:
“Es semántica: Donación vs. Inversión. Pienso en un Millennial, que ha crecido en un mundo muy diferente, uno que es más participativo debido a las herramientas digitales que tenemos y sé que para ellos es importante sentir que están haciendo una inversión. No sólo que están invirtiendo su capital, sino que están involucrándose emocionalmente“.
Esto es muy relevante porque plantea el hecho de que las generaciones jóvenes están en una búsqueda constante por conectar con el mundo y comprometerse con su mejora: necesitan sentirse parte del cambio y poder constatar que su impacto va a trascender más allá de la ayuda asistencial. Es así que debemos comenzar a pensar en los donantes modernos como inversores, a diferencia de un grupo de personas que simplemente están haciendo un “regalo caritativo” a una causa; cuando invierten en algo, están también negociando una contribución hacia alguien o algo que finalmente pagará y tendrá resultados medibles en el futuro: en el sector social, la “recompensa” suele ser más cualitativa y se hace evidente en las mejoras sociales generadas por distintas estrategias de impacto social inteligente y de largo plazo.
Entonces, ¿qué implica este cambio de donación a inversión, dentro del mundo empresarial? Cómo se observó antes, la inversión es un concepto más amplio que la donación o ayuda asistencial debido a que, al involucrarse, la empresa debe velar por el uso adecuado de los recursos y trabajar para que el retorno social sea lo más alto posible. El bien social es necesario si las empresas quieren seguir creciendo como unidad productiva: es necesario fomentar el impacto por una sociedad en crecimiento que permita la existencia de la empresa.
Con esto en mente, es preciso especificar que la responsabilidad social NO es:
- Donar dinero a grupos vulnerables u ONGs; eso es filantropía.
- Hacer donaciones en especie, como alimento o cobijas, a quienes más lo necesitan; eso es asistencialismo.
- Preocuparse por el medio ambiente; eso es ecología.
La RSE no es sobre hacer el bien, sino hacerlo bien. Es por esto que debe percibirse y desarrollarse como una inversión social para crear un cambio social positivo a través de las fuerzas del mercado. El periodo de compromiso de las donaciones o de la filantropía es mínimo, mientras que en la inversiones de impacto, no hay un marco de tiempo tan limitado: se tiene más bien un enfoque de “mientras sea necesario, para resolver la problemática” con el objetivo de generar un crecimiento integral que involucre tanto a individuos como a organizaciones. Por su parte, la inversión social no pretende simplemente atender a las necesidades de grupos vulnerables de forma altruista, sino que responde al principio de “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día; enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”, por lo que el objetivo es crear vínculos que impulsen su desarrollo integral, que generen un círculo virtuoso de beneficios y la creación de valor ambiental, económico y social para los accionistas, las comunidades locales, los colaboradores y todos los grupos de interés.
En PYMO, apostamos todos los días por generar y apoyar proyectos orientados a la inversión social para generar impacto social real, transparente, medible y cuyos resultados trasciendan al largo plazo para exponenciar su alcance. Queremos que más empresas y personas se sumen a ser parte de nuestra tribu que está revolucionando la forma de cambiar el mundo, de forma eficiente e innovadora. Agenda una cita hoy, y conviértete en un changemaker con nosotros.
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