Escrito por:
PYMO Team
junio 27, 2022
By: Paulina Macías, Business Development Manager de Sistema B México
Terminas la prepa, haces mil exámenes de admisión, lees millones de planes de estudio para distintas carreras y finalmente eliges. Ya sea en agosto o enero arrancas una de las etapas que más definirá la dirección y el camino que vas a tomar profesionalmente y también, que moldeará mucho de tu carácter e ideales. Podría sonar dramático pero prácticamente estás eligiendo qué creencias, criterios y prioridades profesionales querrás escuchar por los próximos 4 o 5 años de tu vida y quienes van a compartir eso contigo. Quiénes serán tus futuros mejores amigos, compañeros de equipo y probablemente socios. En fin, a los 18 tomamos una decisión de gran relevancia muchas veces basándonos en opiniones externas, prioridades o preocupaciones heredadas y mentalidades ajenas.
En mi caso, una mezcla entre: ¿cómo hacer mucho dinero y tener tiempo para tener una familia?. Eso es todo. Basé la elección de mi formación profesional en dos variables tan superficiales que me sorprende haber hecho una buena elección. Entre mis conocidxs la historia no es muy distinta, muchos siguieron el camino de su papá (sobretodo los hombres), otros se fueron por algo “genérico con mucho campo laboral” o se basaron en los resultados de exámenes de orientación vocacional que, en mi opinión, fueron desarrollados hace años, para generaciones que buscaban solamente generación de recursos en el plano profesional y que arrojan conclusiones tomando en cuenta ocupaciones “comunes” creadas hace decenas de años.
Tuve la suerte de tomar “una buena decisión” en cuanto a que estudiar ya que disfruté mucho esos casi 5 años de mi vida, conocí gente que hoy conforma mi círculo más cercano, a quienes admiro enormemente, obtuve la mejor educación que estuvo a mi alcance pero más que nada exprimí cada oportunidad que tuve durante ese periodo.
Estudié Negocios Internacionales, una mezcla entre comercio, política y economía internacional, logística y gestión aduanera. Francamente la gocé un montón y cómo buena niña de los plumones seguí el camino trazado con (en su mayoría) puro diez. Este camino culminaba en aplicar a una empresa, idealmente multinacional, y obtener un trabajo en cadena de suministro, logística o impo – expo y empezar a “escalar” ahí hasta llegar a un puesto directivo. Dicho y hecho, terminé la carrera y la oportunidad se presentó, para mi fue prácticamente un “deber” el tomarla, sin pensarlo dos veces tuve la entrevista, hice los exámenes médicos y antes de darme cuenta ya era parte del equipo de una de las empresas de bebidas más importantes en el mundo.
Odié cada segundo.
En este “camino” no estaba considerada una pandemia, ni las reflexiones que la acompañaron. Esta situación llegó a nuestras vidas a enseñarnos la fragilidad del mundo en el que vivimos y al mismo tiempo el gran papel que jugamos en la vida de los demás, que tenemos el potencial de hacer la diferencia en nuestra comunidad, país y a nivel mundial.
Y aunque iba subiendo uno a uno cada escalón que tenía marcado en mi “mapa de éxito profesional”, estaba en el “lugar correcto” y en la “dirección ideal” cerraba mi compu agotada todas las noches sintiéndome enteramente insatisfecha, vacía, cómo si mi trabajo tuviera cero trascendencia, completamente “desconectada de un propósito”.
Quería hacer más con mi potencial, sabía que algo que distingue a las nuevas generaciones de profesionistas es la resiliencia, la solidaridad y la empatía. Además de una increíble capacidad de adaptación, autoaprendizaje y evolución, cómo no hacer más con eso? Nosotros hemos adelgazado mucho la línea que separa quienes somos profesional y personalmente, buscamos congruencia entre ambos. No sabemos quedarnos con los brazos cruzados, no va con nuestra forma de hacer las cosas. Es parte de nuestra esencia cuestionar y desafiar el status quo.
Vivimos en un país lleno de problemas, para dónde volteemos hay “áreas de oportunidad”, cosas que pueden hacerse mejor y gente a la que ayudar. Encuentro eso tremendamente inspirador, vivimos en un entorno catalizador de buenas ideas y contamos con el potencial para convertirlas en soluciones.
Entonces me pregunté, si voy a dedicar más del 60% de mi vida al trabajo, creo que valdría la pena detenerme un segundo y valorar mi elección. Porque todos podemos ser muy buenos en lo que hagamos, pero solamente estaremos dispuestos a ir más allá, a ser excelentes, a generar un cambio y a convertir problemas en soluciones rentables si dedicamos nuestra vida a algo que nos apasione, entonces me topé con el “emprendimiento social”.
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